Critica a los medios que, ante la amenaza de la televisión y las redes sociales, "cayeron en la lógica del rating". Apuntó contra aquellos que "se están intentando convertir en circos".
por Gonzalo Domínguez Loeda
BOGOTA, Colombia.- El argentino Martín Caparrós lleva 42 de sus 59 años aplicando política contracíclica al periodismo, redacta crónicas pausadas y en profundidad sobre temas que en muchas ocasiones son incómodos: tiene el objetivo de “contarle a mucha gente lo que no quiere saber”.
“En un tiempo en que buena parte del periodismo se dedica a producir piezas cortas, simplonas, tratando de contentar a un público que desprecia, muchas de las crónicas tratan de hacer todo lo contrario. Son interesantes, están dirigidas a un lector al que uno toma como alguien inteligente”, dijo a Caparrós a EFE.
Ahora compiló muchas de ellas en “Lacrónica” (Planeta), un recorrido que inicia en 1991 y que resume historias en Bolivia, Perú, Hong Kong o Colombia con un estilo y una perspectiva que lo convirtieron en un maestro del oficio.
Caparrós continúa en un trabajo que inició en 1974 y desde su experiencia deja dardos y cápsulas de sabiduría a partes iguales: “los medios se sienten amenazados por la televisión y la velocidad de las redes sociales, pero lo que tendrían que hacer no es imitar sus formas, sino insistir en lo que les es propio”.
Ahí es donde considera que tiene un espacio su trabajo, la labor inimitable de un cronista que cruzó la línea de la literatura pero que no perdió la esencia de lo informativo.
Tras su icónico bigote no da respiro y continúa con sus saetas: “muchos medios llevan una política suicida porque se están intentando convertir en circos, lugares de entretenimiento bobo“.
Como ejemplo observa los contenidos que se leen en los medios de prestigio que “cayeron en la lógica del rating“, lo que “consigue clics” y situarse entre los artículos más leídos es lo que buscan perpetuar.
“Ahora con este sistema siniestro en que están atentos a cada clic, y pueden contarlos ven que si publican una pavada sobre una actriz de moda les da clics (…) entonces piensan que la salvación está ahí“, señala Caparrós.
Frente a esa determinación, considera que los medios deben estar en una “posición sólida y firme” que les permita obtener una fiabilidad para que a mediano plazo sigan subsistiendo.
En su opinión, si no retornan a un contenido periodístico de calidad fracasarán, puesto que los lectores volverán a “formas de entretenimiento que son más genuinas” y que los diarios no pueden hacer.
Desde su primera crónica, “Un pie congelado doce años atrás”, sobre un pie encontrado en el Aconcagua, Caparrós recorrió el mundo buscando historias que contar, relatos narrados en muchas ocasiones.
Su estilo lo lleva a no centrarse en el objetivo final y narrar los detalles que rodean y visten una historia.
Así halló al ex dictador Jorge Rafael Videla haciendo deporte por Buenos Aires, se adentró en las selvas de Colombia para encontrarse con la guerrilla FARC que hoy vive sus últimas días, o entrevistó a un joven Evo Morales que solo contaba con 31 años.
“La clave, si hay alguna, es mirar muy en serio, creo que no miramos”, asevera el periodista con la confianza del que conoce bien su oficio.
Desde esa mirada despierta, observa que el mundo del siglo XXI es el de “una sociedad que se permite vivir con los ojos cerrados”, algo de lo que debe desperezarse un buen periodista para poder sacar adelante su trabajo.
Eso hizo cuando escribió “El Hambre”, otra compilación de crónicas con viajes por India, Kenia, Sudán, Madagascar o Argentina, un tema que “es casi un cliché, es lo que dice Miss Venezuela cuando la van a coronar Miss Mundo: ‘tenemos que acabar con el hambre en el mundo'”, reconoce.
“Todo el mundo cree que sabe todo lo que tiene que saber sobre el (hambre) y me preocupo. Pero con el tiempo me fui dando cuenta de que si uno halla las maneras de cambiar, personas y recontar la cosa dentro de ese contexto, entonces va a haber quien se interese por el asunto”, apostilla.
Sobre los relatos que le dejaron un poso mayor confiesa no tener uno predilecto porque “se renueva”, sin embargo estos días en Bogotá recuerda con mayor cariño cuando se internó en el feudo de las FARC alrededor de San Vicente del Caguán en 1999.
Su llegada estos días a Colombia coincidió con el anuncio del Gobierno y de las FARC de que habían llegado a un acuerdo de paz tras más de medio siglo de conflicto, lo que le despierta la atención para posibles historias y le recuerda al lejano 1999.
¿Y qué le interesa narrar ahora? “El mundo está lleno de historias, estoy pensando en un próximo libro, quiero pensar algún otro tema global que me interesa pero te contaré cuando me decida del todo”, dice el cronista con una sonrisa y la prudencia propia de quien tiene a otro periodista delante.
EFE.